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Un grupo inversor proyecta una isla artificial de lujo frente a Barcelona



El plan, que prevé hoteles y viviendas, es visto con recelo por el Ayuntamiento
CAMILO S. BAQUERO Barcelona 18 MAY 2013 - 13:01 CET

 
Una isla artificial, como las construidas en Dubái, en plena costa de Barcelona. Una inversión de 1.500 millones de euros que incluye hoteles y viviendas de lujo, con forma de una gran nave espacial. Pisos a partir de 495.000 euros y áticos de 20 millones. Todo conectado a tierra firme con una gran pasarela. Y ecosostenible, aseguran sus promotores.
  Parece un bulo de los que corren por las redes sociales, pero sus responsables insisten en que la idea va en serio. Para ello ya han hecho un primer proyecto, que venden con aires de lujo y seguridad inversora en la página de Internet www.barcelonaisland.com. El Ayuntamiento de la capital catalana, por su parte, confirmó ayer que los promotores —el fondo de Apogee Investors y Mobilona, ambos estadounidenses— ya han comunicado oficialmente sus intenciones. Una portavoz de Barcelona Island asegura que también están en contacto con las autoridades catalanas y españolas, aunque ninguna lo confirma.
  “Será la isla artificial más grande de Europa y su Torre Galaxy tendrá 300 metros de alto, el hotel más alto del continente”, asegura vía correo electrónico Jerome Bottari, presidente de Mobilona, que también tiene proyectos similares en Hong Kong y Los Ángeles. La empresa se creó solo hace un año y el pasado 2 de mayo firmó un acuerdo con Apogee —creada en 2009 en Delaware, Estado de EEUU conocido por su laxa fiscalidad— para dirigir la financiación de las obras de la isla. Bottari, de origen francés, tiene un gran recorrido en el mundo de los yates de lujo y trabajó en Singapur en una empresa de pequeñas aeronaves.
  Los promotores son herméticos sobre el sitio donde hipotéticamente se construiría la isla o sobre sus dimensiones, alegando la necesidad de “confidencialidad debido al volumen de la operación”. “Estamos trabajando con Barcelona y Cataluña para determinar la mejor ubicación para el proyecto, una que sea favorable para los vecinos y atractiva para los visitantes. También buscamos una buena localización para nuestras plantas de energía verde, que aseguran la sostenibilidad de la isla y la región”, explica Bottari.
  Se trata de un difícil puzle teniendo en cuenta el litoral catalán. La Autoridad Portuaria de Barcelona está prácticamente en el centro de la ciudad. El aeropuerto de El Prat siempre se planteó una posible extensión utilizando una isla artificial, como lo hace el de Kansai, en Japón, aunque la crisis apagó el plan. Una portavoz del Ministerio de Agricultura recuerda que este tipo de proyectos necesita demostrar “un uso compatible con el interés general, como lo manda la Ley de Costas” y deja la pelota en el techo de la Generalitat. El Departamento de Territorio y Sostenibilidad dice que la decisión tendría que tomarse en Madrid. Líos burocráticos en un país donde las islas artificiales no son, de momento, muy comunes. Bottari argumenta que la isla “tendrá parques y playas públicas”.

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Rubén Marco

Con la crisis que padece el país y no se les ocurre otra cosa que crear una isla sin tener en consideración el monumental daño ecológico que va a ocasionar de llevarse a cabo ese nefasto proyecto.
 Con una inversión de 1.500 millones de euros habría suficiente para crear varias fábricas de biogás, con lo que generaría cientos de puestos de trabajo sin dañar el entorno.


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